Lenguajes de Dios
Pedro Héctor Rodríguez
Si pudiera viajar al más lejano mundo
Si penetrar pudiera hasta lo más profundo
de la mayor estrella, tratando de encontrar
del Creador las huellas, ¿lo podría lograr?
Seguramente sí. Allá veré sus huellas,
como las veo aquí mientras veo las estrellas
de mi galaxia blanca, que en la noche un suspiro
de mi interior arrancan, cuando al espacio miro
Sus huellas puedo ver en todas direcciones
Para creer que existe, sus huellas son razones;
mas no basta sus huellas hallar con la razón,
ni contemplar su rastro, henchido de emoción
También, de Dios aprendo por el lenguaje hablado
que escribieron profetas, por Dios mismo inspirados
Ese lenguaje expreso de contagioso amor
que me muestra a Jesús, Cordero Salvador
También su providencia, su sabia ordenación
de la historia y la ciencia, y aún de mi experiencia,
instruye a mi razón, y así puedo confiar
que al puerto de victoria, mi nave ha de guiar
Hay un cuarto lenguaje que oigo en mi conciencia;
no huellas, no escrituras, no sabias providencias;
que en medio del silencio, cual susurro se advierte,
que cuando estoy atento, es como un grito fuerte
Es la voz del Espíritu que trata de guiarme,
que muestra mi pecado, para también brindarme
el arrepentimiento, y el chorro limpiador
que brota de la herida de Cristo el Salvador
Sus huellas creadoras, sus palabras escritas,
sus sabias providencias, su Espíritu que invita,
son lenguajes de Dios, sus lenguajes benditos
Para llegar al puerto, oírlos necesito
Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com
Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo
Este momento, de eternidad cargado
Pedro Héctor Rodríguez
Este momento no se repetirá
Esta ocasión nunca más volverá
Algo hay que hacer, en este mismo instante
que no es posible hacer más adelante
Señor, concédeme el estar bien atento,
para encontrar la tarea del momento
Para atisbar esa necesidad,
que suplicante, apela a mi bondad
Que no se pierda esta oportunidad,
que quizás nunca, nunca más volverá
Algunas veces mi tarea es recrearme,
porque Dios quiere fresca energía darme
Cada momento tiene, de eternidad,
su carga grande, y rápido se va
La eternidad, sin llanto ni dolor,
pronto vendrá, cuando venga el Señor
Este momento, de eternidad cargado,
algo demanda para ser realizado
Señor, concédeme el estar bien atento,
para encontrar la tarea del momento
Sin dilación, la tarea cumpliré,
y este momento, así feliz seré
Quiero vivir, de Cristo acompañado,
este momento, de eternidad cargado
Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com
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Acción y oración
Pedro Héctor Rodríguez
Es el momento
de actuar sin dilación
Acción, acción
No es un teatro
No es ficción, sino acción
sin dilación
No más ensayos
Acción sin dilación
Acción, acción
Es el momento
de orar sin dilación
Mucha oración
Orar debemos
para apoyar la acción
Mucha oración
No formalismo
No dramatización
Mucha oración
Trabajad duro
Completar la misión
requiere acción
Como si fuera
que toda la misión
es sólo acción
Orad sin tregua
Completar la misión
lleva oración
Como si fuera
que toda la misión
es oración
Es la misión
a Cristo presentar
para salvar
Es por las almas
que trabajar tenemos,
que orar debemos
Salvemos almas
Oración, oración
Acción, acción
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El Sol se pone
Pedro Héctor Rodríguez
En la tarde sin nubes, miré a la lejanía
El Sol ya se ocultaba, poniendo fin al día
Recordé la mañana, cuando del sol naciente,
tenues rayos de luz llenaron el oriente
Recordé como el Sol hasta el cenit llegó,
y allá desde su trono, brillante calentó
Recordé que, después, descendió lentamente,
Hasta que el horizonte lo tragó, finalmente
Así el sol de la vida, muy tenue al comenzar,
alcanza su cenit, y se apaga al final
Si reina en el cenit el sol de tu existencia,
bajará de su trono, sufrirá decadencia
Caerá poco a poco, y se pondrá al final
Inevitablemente, tu día va a pasar
No incubes, pues, semillas de orgullo y vanidad
Siembra y cultiva amor, modestia y humildad
Pide a tu agricultor -humilde Galileo-
que arranque de tu día todo lo malo y feo
Porque viene otro día, radiante y venturoso,
en que ese humilde Cristo regresará glorioso
Con él, tu día nuevo será eterno y hermoso
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