La voz de Dios
Pedro Héctor Rodríguez
Cuando las voces callan, aún mi propia voz;
cuando cesan los ruidos, y solo quedo yo;
sumido en el silencio, oigo la voz de Dios
Cuando oigo su voz, de débil, paso a fuerte
Su voz infunde aliento al cadáver inerte
Su voz abre mi tumba, me libra de mi muerte
Oh, cuánto necesito su voz potente oír
Yo que soy como Lázaro, necesito salir
del sepulcro que Cristo, con su voz, ha de abrir
Oigo sus reprensiones endulzadas de amor
Escucho su consuelo que alivia mi dolor
Recuerdo sus promesas que quitan mi temor
Oigo la voz de Dios, diciendo que es mi amigo,
regalándome amor hacia mis enemigos,
Convirtiéndome en rico a mí, pobre mendigo
Oigo la voz de Dios, diciendo firmemente
que de Cristo Jesús debo hablar a la gente,
que no malgaste el tiempo, que el mensaje es urgente
Oigo la voz de Dios animándome a orar
por los que están cansados, a punto de dejar
la senda, que aunque estrecha, es senda de triunfar
En la voz del Señor hay gracia y hay firmeza,
Calvario y Sinaí, mandamiento y promesa;
juicio y misericordia, alegría y tristeza
Su voz triste reprende, mas ríe de alegría,
cuando de las tinieblas paso a su claro día,
para vivir en luz, con él en armonía
La voz de Dios me arrulla con celestial canción
La voz de Dios me ofrece eterna salvación
La voz de Dios me ruega darle mi corazón
Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com
Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo